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sábado, 13 de febrero de 2010

Si Feldenkrais no me sirve para mi vida propia, no tiene sentido.

Como cuarto caso quisiera presentarme a mí misma. Me parece importante haber podido, luego de sufrir un accidente, tratar de aplicar este método como investigación y resolución del problema. Con un doble objetivo en mente:
- estar muy conciente durante el proceso de evolución, para ayudarme a no crear demasiados mecanismos de defensa que luego impidieran una resolución del problema.
- tener herramientas para ayudar a otros.

El 2 de marzo de 2005, estaba jugando con mi hijo de 9 años. Él estaba prendido de mi cuello con las piernas alrededor de mi cadera. Estábamos riéndonos y caminando pesadamente, ya que él pesa 27 kilos, cuando de repente tropecé con el borde de una alfombra cayendo al piso.
Lo primero en que pensé fue en proteger la espalda y cabeza de mi hijo que iba a quedar debajo mío. Clavé el codo derecho ni bien tocó el piso, luego la rótula derecha, apoyé la mano izquierda en el piso, para no aplastarlo, clavé la rótula izquierda y luego extendí la pierna y apoyé el pie izquierdo para darle lugar a mi hijo a salir de abajo mío.
Sentí un profundo dolor en los gemelos, en el hueco poplíteo y el tendón de Aquiles de esa pierna. Casi me desmayo, por lo que trate de mantener una respiración rítmica, profunda y darle énfasis a la exhalación.

Unos minutos más tarde, e hielo de por medio, me incorporé tratando de no poner mucho peso sobre ese pie. Ni bien me incorporé mi rodilla izquierda claudicó a izquierda. Se hizo un ángulo de 20º. Me sostuve de la mesa, respiré y volví a dar un paso con el mismo resultado.
Con ayuda de mi marido, llegué a un sofá, levanté la pierna en alto y me puse hielo.
Por suerte tenía en casa una férula de sostén de rodilla. Debía dar un ATM a las tres horas.
Me puse la férula y mi marido me llevó en coche los 10 metros en bajada que van de mi casa a mi estudio.

Durante el ATM, me compenetraba en sentir, imaginar todo lo que les decía mis alumnos. Siempre lo hago pero debo confesar que en este momento no fui buena pedagoga, ya que me estaba dando una clase a mí misma.

La sensación era de mucha inestabilidad, y decidí que para no crear hábitos de defensa que luego me atrasaran el mejoramiento, iba a hacer uso, con conciencia de todo lo que estuviera a mi alcance: usaba una férula para caminar, subía escaleras marcha atrás, bajaba escaleras de costado, dormía con almohadas bajo el hueco poplíteo, usaba pasamanos.
Vivo en un pueblo de montaña, por lo cual vaya a dónde vaya siempre hay desniveles, escaleras, escaladas. No me quería quedar inmóvil: Moshe Feldenkrais siempre decía:”El movimiento es vida, sin movimiento la vida es impensable”

Al día siguiente, no podía doblar la rodilla, ni extenderla en demasía. Mientras caminaba trataba lentamente de tomar conciencia de los apoyos del pie desde el talón a los dedos, sintiendo cómo necesitaba pasar la pelvis por sobre el pie para poder apoyarlo por completo. Cada tanto me sentaba y descansaba.

Al día siguiente ya podía caminar con un bastón. Trataba de hacer todo con la mayor seguridad posible apoyándome para lograr no salir demasiado de mi eje. Jugaba a encontrar formas alternativas de locomoción. Por ejemplo ya que no podía evitar las escaleras y sentía que como no podía bajarlas de manera normal, porque me dolía la rodilla bajaba de costado. Apoyaba el bastón en el escalón de abajo, daba un paso con el pie derecho, y luego bajaba de costado la pierna izquierda. Evitaba así el dolor al doblar. Después de tres escalones comenzó a dolerme la cadera, por lo cual movía el tronco por encima de la pierna. Al subir escaleras de la casa, ya que tengo dos paredes a lo largo de la escalera, subía marcha atrás.

El doctor pudo verme recién a los tres días .Confirmó un desgarro de ligamento cruzado anterior, injuria de tercer grado en meniscos internos y Quiste de Baker. Pero mi sensación era que la rótula se había salido de lugar y esquinzado.
A los cinco días, si no tenía la férula puesta, e iba despacio, había mucha gente que no notaba mi renguear, pero yo sí.

Aprendí a no hacer lo no necesario, a respetarme más. En todo momento traté de volver a alinearme con la fuerza de la gravedad. A hacer pequeños rebotes casi imaginados. A sentir una línea de conexión desde las plantas de los pies a la cabeza. No dejé de dar clases de Feldenkrais ni de Bones for Life y todas ellas las hice en la imaginación.
Trabajé llevando el peso del cuerpo de un lado al otro muy paulatinamente, sintiendo las diferencias entre las dos piernas. En la cama me imaginaba doblar la rodilla cada vez un poco más. Trabajaba con los cuadriceps sentada o acostada, parada… pero constante. Me dejé ayudar por kinesiólogas, con linfodrenaje, magnetoterapia y trabajo isométrico para completar lo que no sabía hacer sola. Cuando me entregaron los resultados de de la Resonancia Magnética, el médico me dio turno para la operación.

Preferí diferirla por tiempo indeterminado hasta que sintiera que mi rehabilitación no mostrara mejoría.
El 4 de abril, por primera vez no renguie. Caminaba sin dolor por trechos cortos y a pesar de que mi pierna se veía más flaca, no se me notaba la lesion.
Todavía luego de 5 años creo no necesitar la operación. Tan sólo uso férula cuando esquío.

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